Archivos del poder
Martín Moreno
Todos: desde gobierno, partidos, medios, líderes sociales, universidades, sindicatos y sociedad en general, deben entender que, la noche del 15 de septiembre de 2008, la historia de este país cambió. Se ha entrado a una nueva etapa de ataques terroristas contra civiles que obliga a cambiar reglas, formas y discurso. Adiós al argumento oficial de que solamente se mataban entre grupos de narcos. La tragedia nacional alcanzó a inocentes. ¿Dónde será el próximo ataque?
Las cifras nos apabullan. En lo que va de este año, dos mil 700 han sido ejecutados, a un ritmo de casi diez por día. Arrinconados por los odios entre políticos, la corrupción que se ha infiltrado en más de 90% de las mil 600 policías en todo el país, y con alrededor de 500 mil personas sirviendo en diferentes niveles al narcotráfico, los mexicanos estamos, hoy, a merced de las granadas y de los embates de sicarios a las órdenes del crimen organizado.
“Fue un acto terrorista”, etiquetó el gobernador de Michoacán, Leonel Godoy, el ataque contra civiles en Morelia. Tiene razón porque hay un desafío al poder del Estado y, de manera directa, una provocación al presidente Felipe Calderón.
El ataque se da en la noche más importante del año para los mexicanos. Se mata a inocentes en la tierra del Presidente. Y el mensaje es: primero el caos que la gobernabilidad.
“Unidad”, pide Calderón a unas horas del ataque en el que murieron, hasta ahora, siete civiles. “Unidad”, palabra favorita y desgastada durante los años dorados del priato y que hoy es, sencillamente, letra muerta.
¿Cuál unidad si, horas antes, en el Zócalo del DF, la explanada se fraccionó para que en una parte estuviera Andrés Manuel López Obrador, en otra los panistas y en otra el show del Buki y de Paquita la del Barrio?
¿Cuál unidad, si el Presidente ha decidido gobernar junto con su club de amigos cercanos y olvida la pluralidad de gobierno que exige este país? ¿O ya se le olvidó a Calderón que solamente ganó la elección presidencial por 250 mil votos, elegido únicamente por 30% de la población?
“Unidad”, pidió varias veces Calderón, en el discurso más enérgico del sexenio. Bien, ciudadano Presidente. Si realmente quiere usted unidad, pregone con el ejemplo y dé un primer paso. ¿Cómo? Dando un giro completo a su gobierno exclusivamente panista, haciendo a un lado todo aquello que ya no funciona y que, junto con las granadas de la noche del Grito de Independencia, también reventó.
¿Quiere unidad el Presidente? Pues que en ese lance reconozca que sus altos mandos policiacos ya se agotaron y que tanto Eduardo Medina-Mora, en la PGR, como Genaro García Luna, en la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal, ya cumplieron su ciclo y que lo poco o mucho que tenían que aportar, ya lo dieron, y ahora, bajo el signo del terrorismo, se abre una nueva etapa en la seguridad nacional.
Que en aras de esa unidad que hoy exige Calderón, la PGR y la SSP federal queden en manos de un priista y de un perredista, para que haya así un verdadero involucramiento de fuerzas políticas y comience a tomar forma, con hechos concretos, esa nueva “unidad” que pidió el Presidente la mañana del 16 de septiembre. Es reconocer, en la integración de gobierno, el llamado de las urnas a la pluralidad durante la pasada elección presidencial.
Calderón debe sumar a los demás partidos como un primer paso para lograr esa “unidad”. Ganaría de todos modos: si el PRI y el PRD aceptan unirse a Calderón dentro de su gobierno, apuntalándolo en las áreas de seguridad, daría el mensaje de que está dispuesto a apoyarse, sin rencores, en los otros dos grandes partidos del país. Y si tricolores y amarillos no aceptan, se evidenciarían como mezquinos, al no querer entrarle de lleno a la lucha contra la inseguridad.
Ya en la reciente convención del PRI en Aguascalientes, durante una de las sesiones privadas, se mencionó el nombre de Jesús Murillo Karam como un posible relevo en la SSP.
Y, del lado del PRD, también hay elementos que podrían dar la batalla.
Esa nueva estrategia en pro de la “unidad” debería incluir al Cisen, hoy en manos de otro amigo del Presidente, Guillermo Valdés, quien era encuestador y asesor durante la campaña presidencial del panista. ¿Qué sabe de seguridad? Nada. Ocupa el puesto sólo por mera recompensa política. Es tiempo de hacer ajustes. Es por la “unidad”.
Es hora, también, de que por encima de estimaciones personales y comprendiendo la nueva etapa que vive México, el presidente Calderón reflexione profundamente sobre la utilidad política del debilitado secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño. ¿Realmente le está ayudando no sólo al Presidente, sino también al país? Es tiempo de que Calderón decida: o su amigo o México.
Porque ya no basta solamente con discursos incendiarios o caras largas. Se necesita que Calderón involucre a las otras dos fuerzas políticas del país —PRI y PRD— en las tareas de seguridad. De otra manera, su discurso sobre la “unidad” quedará muy pronto en el olvido.
Si el Presidente no entiende que lo quieren ver fuera de Los Pinos antes de 2012 y que, efectivamente, hay una intentona golpista en su contra, que lo quieren derrocar o aplicarle una “revocación de mandato”, o como le quieran llamar, si no entiende este grave riesgo, no sólo su destino final será el fracaso, sino también llevará al país a un abismo de violencia e inestabilidad política del cual nos costará muchos años levantarnos.
Calderón todavía puede enderezar el rumbo. Aún tiene margen de maniobra para mover el timón. Pero deberá ser el primero en dar pasos sólidos para alcanzar esa “unidad” que tanto exigió la mañana del martes pasado.