La bomba: ¿otro complot?, ¿contra quién?

Razones
Jorge Fernández Menéndez

Una vez más las autoridades capitalinas nos han sorprendido: luego de más de 72 horas sin resultados, pero con una enorme cantidad de especulaciones, nos han informado con toda certeza de una especulación más acerca del bombazo del viernes pasado en avenida Chapultepec.

Después de una serie de versiones encontradas con respecto a la presunta identidad del hombre que murió al estallarle la bomba, pues primero se dijo que no se conocía el nombre, horas después, que se trataba de un tal José Manuel Venegas, quien resultó que estaba preso en Guanajuato y, finalmente, ya bien entrada la noche del lunes, se aseguró que era Juan Manuel Meza Campos y se mostró un video, obtenido por la Universidad de Las Américas, cuyo rector es Alejandro Gertz Manero (ex secretario de Seguridad Pública del DF y en el ámbito federal), en el que se ve a una pareja caminando sobre la avenida Chapultepec, que serían Meza Campos y Tania Vázquez, para subir a un automóvil y luego se ve, aparentemente, a la misma pareja en el mismo lugar, pero ya con una bolsa.

Eso es todo y, para una investigación, si se confirman esos datos y que esas son las personas registradas en el video, no es poco: se trata de una buena base para empezar. Pero lo que no nos explican es todo lo demás: según las autoridades, Meza y Vázquez colocarían ese explosivo en el automóvil de un director de la policía capitalina a quien se le ha identificado con la letra P y, supuestamente, sería por venganza contra los decomisos sufridos días antes por algún grupo del narcotráfico. Una vez más, la hipótesis no resulta descabellada, es posible, sin embargo, surge una pregunta: ¿por qué tiene que ser así?, ¿lo declaró Tania Vázquez?, ¿poseen algún tipo de información que confirma lo anterior?, ¿por qué grupos que tienen en su poder lanzagranadas y equipo militar pesado deciden utilizar una bomba de fabricación casera para atentar de una forma tan extraña contra un director de policía?, ¿cuál es el hilado lógico de una historia con la otra?

Hasta ahora han sido asesinados decenas de policías, entre ellos, altos mandos, locales y federales, en prácticamente todo el país, incluido el DF : a ninguno de ellos se le buscó para colocarle un explosivo en el estacionamiento de la dependencia en la que trabajaba. En todos los casos hubo ejecuciones en lugares que les daban ventaja operativa a estos grupos. En éste, es como si hubiera sido exactamente al revés: buscaron el mecanismo más ineficaz, más difícil de controlar, que genera mayor indignación social, en las condiciones operativas más complejas para realizar esa supuesta ejecución. Porque, incluso en esa lógica, ¿cómo sabrían los ejecutores que estaba allí su objetivo?, ¿en qué forma accionarían el explosivo?, ¿cómo identificarían (eso se supone que sería sencillo) el automóvil y pondrían en él, a plena luz del día y en el estacionamiento de la policía (algo que es mucho más complejo) un artefacto explosivo? Es más, ¿cómo saben en las autoridades capitalinas que ese funcionario o esa dependencia era el objetivo si la bomba estalló, según información oficial, a 360 metros del lugar donde debía ser utilizada?

Lo que se informó, en ese sentido, hasta ahora es una especulación más: que la presunta pareja mostrada en el video, dos veces en el mismo lugar, una vez con bolsa y otra sin ella, camina en dirección a la SS P-DF porque allí colocarían la bomba, casualmente la misma versión que dieron el viernes en la tarde, apenas unos minutos después del estallido, con la única diferencia de que entonces dijeron que la bomba la llevaban en una bolsa de tela roja. Algo no checa en todo esto: es demasiado confusa la investigación, son demasiadas las voces y las versiones, la información dura, que aparentemente la hay, no está sustentada ni colocada en un contexto que siquiera la haga verosímil. Incluso, si todo esto fuera verdad, tendríamos que llegar a la conclusión de que el narcotráfico, si realmente esas organizaciones están detrás de tales hechos, estarían mucho más debilitadas de lo que parece, o que están reclutando vendedoras ambulantes inexpertas, para operaciones de sicariato.

En todo caso, la utilización de una pareja, de una bomba de fabricación casera, la llegada del automóvil para entregarles el artefacto y el muy artesanal método de ir caminando hasta el objetivo a atacar, parecería mucho más la acción de un grupo armado bisoño que de narcotraficantes con una capacidad de fuego y de operación que se supone infinitamente superior a la utilizada. O quizá se trata de una simbiosis entres los dos fenómenos, como ya lo hemos visto en el centro de la ciudad, en zonas de Iztapalapa, Tláhuac, Milpa Alta, Nezahualcóyotl, donde supuestos grupos armados terminan íntimamente ligados con otros cercanos al crimen organizado en sus distintas vertientes, sobre todo el narcomenudeo. O también seguimos especulando, porque no hay certidumbres, que se trata de otra cosa: de algo mucho más cercano a una provocación o algo similar, que salió mal y salió así porque se hizo con operadores de segunda y ello ha descontrolado tanto a las autoridades capitalinas y ha generado tantos protagonismos y versiones encontradas.

Lo cierto es que, en el fondo del asunto, y luego de esta experiencia, será difícil que puedan seguir trabajando en el mismo gabinete el secretario Joel Ortega y el procurador Rodolfo Félix Cárdenas. Y la causa no es el bombazo, las diferencias vienen de mucho más atrás. Y el problema no radica en que tengan diferencias, siempre las hay en esas áreas, sino que éstas sean tan públicas y evidentes y su jefe no los pueda coordinar y poner en orden.

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