Alerta Periodística / El Universal.-
La mirada era penetrante, sus ojos claros unos fusiles y su voz pareciera la tortura misma. La advertencia fue tajante: \”usted publica algo de lo que acaba de escuchar y se va arrepentir\”.
Estábamos en la agencia funeraria de Félix Cuevas, al sur de la ciudad de México, esa que en los noticiarios nadie quiere decir sus nombre, pero que todos sabemos lleva por razón social \”Gayosso\”. Una reportera al teléfono dictaba su nota a su periódico meridiano, uno ya desaparecido de los corredores públicos, y advertía que el director general de la Dirección Federal de Seguridad, José Antonio Zorrila se había quedado con los archivos del asesinado periodista que era velado y despedido por amigos y no, en ese momento.
Era el 30 de mayo de 1984, Manuel Buendía, autor de la \”Red Privada\” de Excélsior había sido ultimado por un pistolero a sueldo en la avenida de los Insurgentes, muy cerca de la Glorieta que lleva ese nombre. Zorrila paga en prisión como autor intelectual del hecho.
Mis piernas temblaron, mis manos parecía maracas a todo ritmo, cuando me pidió que le mostrara lo que yo apuntaba en unos papeles doblados. ¿Cómo le hice?, a la fecha no lo sé, pero le di vuelta a los dobleces y mostré lo que era mi nota que pasaría yo al Canal de televisión para que el trabajaba y en la que daba cuenta de la llegada del presidente Miguel de la Madrid, en medio de chiflidos y reproches de la comunidad periodística, a dar el pésame a la familia por el asesinato de Buendía.
Los apuntes de lo que la reportera dictaban había quedado en la parte trasera de mis anotaciones. La advertencia nuevamente. \”Leo algo sobre esto y la paga\”. Ya no pasé nada a mi medio, fui a despedirme de Irma Fuentes y de Isabel Arivide, con quienes había estado platicando antes del incidente; les platiqué lo que me pasó y lanzaron su \”hijo de la chingada, nada más te hace algo\”.
Salí de ahí y nunca, nunca, a la fecha, me he olvidado de esa cara de quien dirigía la Dirección Federal de Seguridad. Aún sus oficinas estaban en la esquina de Plaza de la República y Buenavista, frente al Monumento a la Revolución. una edificio, que ahora me entero, será convertido en un quizá hotel, quizá oficinas, pero de tipo colonial.
De acuerdo con la información que publica El Universal, este vetusto edificio de la extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS), que el reportero llama \”el palacio de la tortura en México en la época de la guerra sucia, una mole de concreto que encierra misterio y terror\”, tiene los días contados.
Será sepultada su historia negra, que perdura, y en el terreno que actualmente ocupa el inmueble, en la Plaza de la República, frente al Monumento a la Revolución, se erigirá una construcción con arquitectura tipo colonial.
Por cuatro décadas fue el cuartel general del espionaje y centro de información de la policía política del presidente en turno, pero entre los años 60 y 80 —durante la guerra sucia— fue cuando su leyenda infundió el mayor terror por las detenciones ilegales y violaciones a los derechos humanos cometidas contra los enemigos del Estado, bajo las órdenes de Miguel Nazar Haro.
El edificio fue comprado por Controladora de Desarrollos Plus, SA de CV, que pagó 76 mil 410 pesos más de lo estipulado en la licitación pública número 002/2006, de 23 millones 523 mil 590 pesos, según la Secretaría de Gobernación.
Una fuente de la empresa confirmó a EL UNIVERSAL que a la DFS le quedan pocos días, porque se tiene “la idea de hacer un hotel colonial u oficinas” con motivo del Bicentenario de la Independencia de México, pero antes, “es probable que sea demolido”.
La mole de concreto, de tres pisos y de más de 30 metros de alto, está en ruinas. Sólo se mantiene su fachada como testimonio mudo del pasado autoritario y de represión. En su interior se observan montones de cascajo y basura, pues el sismo de 1985 dañó su estructura y éste fue desmantelado.
Una cadena y un candado son los guardianes que encierran el lúgrube edificio que fue usado como centro de reclutamiento, entrenamiento e investigación contra los grupos subversivos y “los enemigos” del Estado, como la extinta Liga Comunista 23 de Septiembre.
Historia negra
Formalmente la Dirección Federal Seguridad comenzó a operar entre 1946 y 1947, en el sexenio del presidente Miguel Alemán.
Tuvo como primera sede el piso 3 del edificio de pensiones del ISSSTE, según documentó el investigador Sergio Aguayo en su libro La Charola. Una historia de los servicios de inteligencia en México.
Según la escritura pública número 29, con fecha del 27 de octubre de 1934, el inmueble fue adquirido por el gobierno en ese año.
En 2005, investigadores de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, cuyo objetivo era investigar los crímenes cometidos durante la guerra sucia, las matanza del 2 de octubre de 1968 y el halconazo del 10 de junio de 1971, propusieron al fiscal Ignacio Carrillo convertir la DFS en un museo para preservar la memoria histórica.