La ciudad de México es otra desde la tragedia del News Divine

Alerta Periodística / El Universal.-

La Ciudad de México sufrió una transformación social desde aquel viernes 20 de junio, cuando doce personas, varios de ellos jóvenes que tenían un futuro por delante, perdieron la vida; cuando las familias de tres policías quedaron en luto y desamparadas; cuando se inició la caída del Secretario de Seguridad Pública y del Procurador General de Justicia del Distrito Federal, cuando un coordinador de la UNIPOL comenzó su periplo con la justicia que seguramente le costará varios años de su vida en prisión.

El Universal realizó un trabajo de testimonio, de reconstrucción de los hechos a partir del Informe que la Comisión de Derechos Humanos de Distrito Federal presentó con una verdad reveladora de mentiras y ocultamientos y más aún, cuenta historias de como la Ciudad de México sufre una especie de psicosis social y generalizada.

Es ésta la historia armada a partir de esos testimonios que nos presenta el Gran Diario de México, que nos dimensiona la realidad que viven muchos de los jóvenes que todavía visitan los antros de la ciudad capital:

Todo inició con una llamada

Eran las 16 horas del pasado 20 de junio, cuando Guillermo Zayas González, coordinador de la Unipol en Gustavo A. Madero, llamó por teléfono a las autoridades de esa demarcación para avisar sobre un operativo. El blanco del dispositivo era la discoteca New´s Divine.

A las 15:45 partió del Sector Aragón, un convoy de 18 vehículos en los que viajaban 216 servidores públicos: ministerios públicos, judiciales, verificadores y preventivos, algunos con armas largas. En la tardeada, los chavos bailaban despreocupados, mientras la discoteca era rodeada por uniformados y otros ingresaban al establecimiento, colocándose en las escaleras y zona de baños.

Personal de la delegación buscó al dueño del establecimiento, Alfredo Maya, mientras se quitaba la música y prendían las luces blancas.

Un hecho causó el primer sobresalto, cuando un policía notó que allí estaba un joven al que presuntamente había asaltado. Se inició un pleito en que el agente fue desarmado y un compañero fue en su ayuda. “Vamos a desalojar el lugar. Así lo marca el operativo”, dijo el dueño, Alfredo Maya.

A las 18:20 cuando subieron a los primeros chicos a un camión de granaderos. Cuando otro camión, de la RTP, también se llenó, preventivos bloquearon la salida pues una voz dio la orden de ya no dejar salir a nadie.

Era tal la situación que por la compresión de los cuerpos, los pies de varios dejaron de tocar el piso. Las súplicas y llantos no conmovieron a los policías y 12 personas murieron por asfixia o aplastadas.

Al ver lo que habían ocasionado, la mayoría de los policías huyó del lugar.

De las 18:40 a las 22:30 horas, los jóvenes permanecieron en los sectores Pradera o Aragón, donde llegaron custodiados por casi 40 patrullas de diversos sectores de la ciudad.

La Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal cuenta con algunos testimonios que refieren que una chica fue violada, y luego, de manera anónima, por teléfono, una voz de mujer dijo que ese día fue abusada sexualmente en un sector policial.

El temor ronda por los antros

Es la misma sombra que ya ha aparecido en otros lutos, cuando cualquier congregación huele a estampida, un ligero temblor supone un terremoto, la fuga de gas se presiente un San Juanico, el Lobohombo es chiste, llanto, posibilidad latente: no importa lo alejado que se esté del New’s Divine, cualquier antro o disco de la ciudad ahorita está cerca y se le parece.

En la puerta de El Desván, en la zona de Villa Coapa, Frida Galindo se detiene a escuchar a su amiga, cerveza en una mano, celular en la otra: “Si se amontonan, como en el New’s Divine, tú corres para adentro, y no hagas bola”. Las risas.

“Mi mamá está alucinada, quiere que a las 11 ya esté en la casa, me marca a cada rato, se acaba mi crédito con sus mensajes”, replica Alejandro Tapia, su boca dibuja fastidio. “Es mientras se le pasa el susto por lo de la disco”, dice.

A casi un mes de la tragedia, en distintos puntos de la ciudad hay una memoria constante de lo ocurrido: se vierte a golpe de videos en Youtube con sus más de 77 mil miradas, en preocupaciones y recomendaciones excesivas, en conversaciones, fiestas, reuniones, en temores como el de los cuates de Frida: “No nos vaya a pasar como a los del New’s Divine”.

La conciencia aplaca a cualquiera

Y es que habrá que escuchar lo que dice Christian, quien duró más de 10 días en coma, después de haber caído sofocado por los apretones dentro de la discoteca:

“Me acuerdo que pararon la música, que quería salir e iba con una amiga, detrás de mi hermana. En un momento, nos empujaron, me caí y encima me cayeron otros, uno tras otro, hasta que ya no podía respirar; yo gritaba que me ayudaran, pero nadie me escuchaba, de repente me quedé dormido hasta que desperté en el hospital”.

Así, paulatinamente, las imágenes de los hechos del 20 de junio en la disco de Nueva Atzacoalco, van apareciendo en la memoria de  cada uno de quienes estuvieron en el lugar. Eran las 6 de la tarde de ese viernes, “El Divine” como lo conocen en la colonia estaba a reventar, eran más de 350 adolescentes dentro y había fila para entrar.

La tardeada había comenzado a las tres, festejaban el fin de curso estudiantes de secundaria, del Conalep 2 y del Colegio de Bachilleres 11. Una pista de baile principal y una parte alta con barandal, en ambos sitios los jóvenes disfrutaban el ritmo de moda, cuando súbitamente fueron interrumpidos.

Rebeca, de 15 años de edad realata su experiencia:

“Yo estaba con mis amigas y mi hermana, estábamos bailando tranquilas, me bajé al baño y fue cuando entraron los policías. Acusaron a unos chavos de la Morelos de estarse drogando y ellos dijeron ‘nel, estamos tranquilos’, pero los policías les pegaron”.

Wendy de 16 años cuenta como los policías los subieron a empujones a un autobús:

“Me tocó ver que una chava rompió un vidrio del RTP para bajarse y un policía le pegó en la cara. Al principio éramos más de 100 jóvenes, pero muchos escaparon igual y quedamos como 70. Nos llevaron a quinta, octava y a la 50 delegaciones”.

“En la 8, me contaron unas muchachas que iban en el otro camión, fue donde las desnudaron y las hicieron dar vueltas y les tomaron fotos, eran un médico legista y dos policías hombres”.

Luis Antonio de 17 años de edad, todavía tiene en la mente aquella imagen:

“Yo perdí a mi amiga Isis que tenía 15 años, ella salió con vida de la disco, toda hinchada de la cara, quedó en medio de la calle, quisimos ayudarla, le hablamos a los paramédicos, nos dijeron que no podían porque adentro había otros más graves y ella estaba viva, pero en menos de cinco minutos murió allí”.

Sandra también relata:

“Yo hasta que me desmayé fue cuando un muchacho me ayudó, los policías no hicieron nada, pedía que me ayudaran, pero no lo hacían”.

Aún no puede olvidar la imagen de los cuerpos amoratados y blancos, algunos con sangre, entre los que reaccionó luego que se desvaneció y la daban por muerta. A Jessica los sentimientos de culpa no la dejan descansar. A sus 17 años de edad le cuesta trabajo aceptar que su hermana Jennifer de 15 años, a quien llevó a bailar, tiene un mes inconsciente, pues aunque ya salió del coma, los médicos sostienen que tiene una grave daño cerebral y sigue sin reaccionar.

La escena final, en un operativo que terminó oficialmente a las 18:45 horas fue una entrada del antro tapizado con zapatos y cabellos. El saldo 12 muertos, 12 heridos graves, decenas de golpeados y muchos recuerdos desagradables.

La sicosis es general

Sociólogos y sicólogos sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana, como el especialista Alfredo Nateras, se aventuran a estudiar los efectos de la tragedia.

“Al tejido urbano de la ciudad de México se le añade hoy una nueva cicatriz, innecesaria, pero lo sucedido desborda el ámbito local y atañe al país en su conjunto”, dice Nateras junto a otros homólogos.

A través del Consejo Iberoamericano de Investigación en Juventud, organismo que congrega a algunos de los principales investigadores de ese sector de la sociedad, lanzan una señal de alerta: no se trata solamente de una contingencia urbana, dicen, sino de un hecho que desnuda la corrupción y la criminalización a la que están sometidos los jóvenes.

Una suerte de sicosis general, dice el especialista Víctor Jiménez, una alteración del ritmo cotidiano, de la vida indiferente en la ciudad, “hasta que se elabore el luto que la gente siente suyo, y se supere”.

Preparan tesis; casas de la Cultura presentan “oferta de diversión segura para jóvenes”; estudiantes de la UAM, de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México realizan investigaciones de campo, sondeos, encuestas, confeccionan, incluso -como en la Facultad de Psicología de la UNAM-. el primer programa masivo que se haya conocido de atención de una tragedia urbana, que ayude a víctimas y a especialistas a entender el asunto.

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