La marcha, la desestabilización, la legalidad

Razones

Jorge Fernández Menéndez

 

Mañana esperamos marchar, con muchos miles más, a partir de las seis de la tarde en la Ciudad de México, acompañando a manifestantes que lo harán simultáneamente en otras 60 ciudades del país, para exigir a la autoridades de los tres órdenes de gobierno que cumplan con su obligación de garantizar la seguridad de la ciudadanía.

Hace cuatro años, cuando se dio aquella magnífica marcha contra la inseguridad, quien entonces gobernaba la Ciudad de México, la descalificó, diciendo, públicamente, que era una marcha de “pirrurris” que en realidad querían afectarlo políticamente: que el descalificador gobernara la ciudad con mayor índice de criminalidad del país no era su problema. Ahora, días atrás, el inefable Gerardo Fernández Noroña sostuvo que todo el “escándalo” por la inseguridad se debía a que había muerto “un niño rico”, en alusión a Fernando Martí. El jueves pasado, a la entrada del Palacio Nacional, los provocadores de siempre, manejados por Noroña, insultaron a todo aquel que se atreviera a ir al Consejo Nacional de Seguridad Pública, comenzando por los perredistas, incluido Marcelo Ebrard. Y ahora, desde la más diversas fuentes surge otra expresión que se atribuye a López Obrador, que encaja perfectamente en esta lógica: qué bueno que todo esto sucede, habría dicho, según estos testimonios, porque es “un punto malo para Calderón y un pirrurris menos”. ¿Alguien puede sorprenderse entonces de que muchos de los secuestros sean cada vez más crueles, violentos, vejatorios para las víctimas, si se está haciendo apología del crimen y se le justifica con una versión tercermundista de la lucha de clases?

Nuestros políticos, muchos de ellos por lo menos, no entienden que la ciudadanía está cansada de tanta mezquindad y cuanto mayor es ésta, más amplio resulta el retroceso: hoy, según muestran todas las encuestas, el índice de rechazo a López Obrador es mayor que el que en su momento generó Roberto Madrazo entre potenciales votantes, mientras que las expectativas electorales del perredismo se derrumban por debajo de sus cifras históricas. Por eso la vía que le queda al lopezobradorismo y a sus actuales voceros, como Porfirio Muñoz Ledo o Manuel Camacho, es la amenaza, el chantaje de que debe caer el gobierno de Felipe Calderón para iniciar, ahora sí, una auténtica transición.

Por supuesto, ellos se encargarían de conducirla por el bien de todos nosotros. El motivo esperaban encontrarlo en la inseguridad, pero, ante la reacción de la gente, que tomó en sus manos ese derecho, han decidido concentrarlo en el tema petrolero. Resulta paradójico que el PRD haya tomado tribunas, impedido el debate parlamentario, convocado a un inútil ejercicio de cien días, realizado una “consulta popular” (de la que ayer dieron los resultados, aunque todavía no terminan de contar los escasos votos que fueron emitidos hace semanas) y que, finalmente, presenten una iniciativa que no incluye nada nuevo y, en realidad, está por debajo, en el diagnóstico y la propuesta, de la que había presentado Cuauhtémoc Cárdenas hace ya meses. De todas formas es una propuesta que puede, en algunos términos, compatibilizarse con la del PRI y la del gobierno federal, incluida la participación privada en obras de Pemex. Lo único que se logró fue crispar a la opinión pública en un debate falso sobre una supuesta privatización que nunca estuvo sobre la mesa y paralizar al país otros seis meses, un semestre que hubiera sido muy importante para paliar, por la vía de la reactivación del sector energético, los efectos de la crisis económica internacional.

El lopezobradorismo apuesta ahora a una triple jugada, aunque sus fuerzas sean cada vez más escasas: por una parte, exacerbar la polarización social, mediante el tema de la inseguridad; por la otra, a través de la reforma energética, presentándola como “una entrega del petróleo a las multinacionales”, provocar una crisis de gobernabilidad y, por ese mismo medio, exhibir a los sectores del PRD a quienes considera “traidores” a su líder. Son objetivos ambiciosos, mas dependerá de la madurez de los otros actores políticos dejar ese esfuerzo en el vacío o abrirle un espacio para que prospere. Porque ninguno debería engañarse, el interés de esos grupos es deshacerse de todos, al costo que sea. Cerremos, como sociedad, también ese espacio, marchando el sábado en la noche.

Deja un comentario