Alerta Periodística

México, secuestrado por la inseguridad

México: ¿Estado fallido o fracaso conjunto?

Johanna Mendelson Forman y Sidney Weintraub*

El Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos recomendó recientemente al país “vigilar” a México junto con Paquistán, por considerarlos estados “débiles y fallidos”. Destacó que las condiciones en la frontera podrían demandar de Estados Unidos una respuesta rápida si la inseguridad crecía.

A una conclusión similar llegaron el general jubilado Barry McCaffrey, el saliente director de la CIA, Michael Hayden, y Newt Gingrich, quienes también advirtieron que la creciente violencia en México está convirtiendo a ese país en un gran problema para el gobierno estadounidense.

Al tiempo que la administración de Obama se replantea nuestras relaciones estratégicas en Latinoamérica, su atención se dirigirá a México. Debe hacerlo no caracterizando a México como un Estado potencialmente fallido, sino como un país cuyos problemas con la violencia y con el vasto tráfico de drogas y de armas surgen de condiciones imperantes en Estados Unidos que empeoran la actual crisis en nuestra frontera.

En los últimos años México se ha vuelto más violento que hace cinco o 10 años. El año pasado fueron asesinados aproximadamente 5 mil 300 mexicanos, la mayoría miembros de bandas de narcotraficantes, pero también funcionarios del gobierno y personas inocentes.

La principal queja de la población mexicana con respecto a la violencia relacionada con el narcotráfico es la impunidad: pocos responsables son aprehendidos y juzgados por sus actos criminales. Muchos de los que son atrapados están siendo ahora extraditados a Estados Unidos para ser juzgados en ese país. México no ha podido controlar el flujo de armas procedente de Estados Unidos— actualmente calculado en 2 mil armas diarias—, que ofrece a los criminales los medios para perpetuar un virtual reinado del terror sobre los mexicanos que viven en ciudades fronterizas específicas. Ambos países deben trabajar para detener ese flujo.

La pregunta que debe hacerse es: ¿dónde radica el problema principal: en Estados Unidos, cuyos consumidores proporcionan el dinero a los vendedores de drogas y cuyos vendedores de armas abastecen con sofisticadas armas a los ejércitos de los cárteles, o en México, cuyos recursos para el combate al narcotráfico no igualan los que tienen a su disposición los traficantes en la mayoría de los enfrentamientos específicos?

México está en un buen vecindario. Cuando se ha metido en problemas en el pasado, Estados Unidos ha intervenido para ayudar, como proporcionando un megapréstamo en 1995 para apuntalar las finanzas del país. En el lado económico, México envía 82% de sus exportaciones a Estados Unidos y es el segundo mercado nacional más grande del mundo para las exportaciones estadounidenses. La relación es demasiado importante para que Estados Unidos se haga a un lado si México se mete en problemas más profundos.

Los 10 gobernadores fronterizos, seis de México y cuatro de Estados Unidos, ya están colaborando. Deben cooperar aún más estableciendo una comisión fronteriza conjunta con personal de ambos países, a fin de que la frontera se convierta en un lugar de cooperación política importante.

El grueso de los asesinatos relacionados con las drogas tiene lugar en cuatro ciudades mexicanas: Tijuana, Ciudad Juárez, Culiacán y Chihuahua. La violencia por las drogas es más modesta en otras partes del país.

El conflicto entre los cárteles de la droga mexicanos es por el territorio, por el control de la mayor parte de los 15 a 25 mil millones de dólares que genera anualmente la venta de narcóticos en Estados Unidos. Éstos se derivan de la venta de cuatro principales drogas: opio, mentanfetaminas, mariguana (toda producida en México) y cocaína en sus varias formas (de la cual México es la principal ruta desde Colombia y a través de América Central).

Las ganancias obtenidas con la venta de drogas permiten a los cárteles ofrecer más dinero que el gobierno por los servicios de la policía, particularmente debido a que el soborno con frecuencia es ofrecido junto con la amenaza de “plata o plomo”.

El presidente Felipe Calderón ha arriesgado mucho para crear un sistema de justicia sólido, un Ejército más profesional y un Estado democrático más fuerte en México. Apoyar su presidencia debe ser un componente central de la política estadounidense. Siendo una democracia joven, ciertamente existen brechas en la capacidad institucional. Ahora el reto es crear un sistema de seguridad pública adecuado para garantizar la protección de los ciudadanos mexicanos.

La forma en que Estados Unidos libra la “guerra contra las drogas” en su propio territorio, centrándose más en el encarcelamiento de los delincuentes que en el tratamiento y la educación, está haciendo más difícil para México tener éxito en su propio programa antinarcóticos. No se tiene la certeza de que sólo México sea responsable de la violencia relacionada con las drogas bajo las actuales condiciones.

Lo que está claro es que se necesitan cambios de política pública tanto en Estados Unidos como en México si queremos impedir conflictos y, lo que es más importante, impedir que aquellos que tratan a México como un Estado fallido se queden tan ufanos y, en cambio, revisen la evidencia que sugiere firmemente que resolver el problema en nuestra frontera requerirá de un esfuerzo conjunto, no de insultos.

(Traducción: Gabriela Cornejo y Gregorio Narváez para El Universal)

*Johanna Mendelson Forman es investigadora del Programa de Política Económica Internacional William E. Simon, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. Sidney Weintraub es director del programa

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