Narco-México

El Tiempo (Colombia).
Editorial.
Mayo 15 de 2008.

La llamaban hace unos años, más con ánimo peyorativo que descriptivo, la “colombianización” de México. Y el subsecretario estadounidense, Roger Noriega, afirmaba en el 2007 que “hoy México se parece mucho a la Colombia de los años 80″. Pero ya el fenómeno de la violencia del narcotráfico en ese país ha superado las comparaciones, y el gobierno de Felipe Calderón enfrenta una guerra cada vez más tenaz contra los carteles de la droga. Que también libró -sin mayor éxito- Vicente Fox.

En diciembre del 2006 se vinculó el Ejército a la lucha y hoy hay cerca de 26.000 soldados en esta campaña. Una de las razones para hacerlo fue la legendaria corrupción de la Policía, que condujo a que en junio pasado el Gobierno forzara el retiro de 284 mandos en el Distrito Federal e iniciara un proceso de purificación.

La guerra de Calderón ha encontrado respuesta en los narcotraficantes, y principalmente en los carteles del Golfo y de Sinaloa, quizás los más poderosos y violentos del mundo hoy. El año pasado dejó más de 2.000 muertos, resultado de la lucha del Gobierno contra los carteles, pero también del reacomodamiento de poderes luego de que el jefe del cartel del Golfo, Osiel Cárdenas, fuera extraditado a Estados Unidos. El 2008 no promete ser más pacífico. Abundan secuestros y asesinatos atroces, que también golpean sistemáticamente a la prensa. Cuatro altos mandos de la Policía y más de 100 agentes han sido asesinados en los últimos meses, y tres jefes policiales pidieron asilo en E.U.

La violencia de los carteles en estados como Michoacán y Tamaulipas afecta a la población en general. En Sinaloa, la gente no se atreve a salir de sus casas. Media docena de cantantes de ‘narcocorridos’ han sido asesinados en el último año. En Nuevo Laredo, los narcos invitan por medio de volantes a los miembros de la fuerza pública a vincularse a su organización y los atraen con altos sueldos, carro y casa. La táctica surte efecto, como lo demuestra la rata de deserción de grupos militares élite como ‘los Zeta’, que terminan trabajando para los carteles.

Autoridades y analistas mexicanos han dicho que los narcos buscan doblegar a la sociedad por la vía del terror para obligar al gobierno de Calderón a que disminuya su actual ofensiva. Táctica idéntica a la utilizada hace 20 años por Pablo Escobar y el cartel de Medellín en Colombia, cuando pretendieron intimidar a la sociedad y chantajear al Estado por medio de los carros bomba y el terrorismo indiscriminado.

Estados Unidos se propone diseñar una especie de Plan Colombia para ayudar a México en su lucha, que afecta también la frontera y la inmigración ilegal. Nadie discute que se necesita toda la asistencia económica y técnica. Pero, mientras el negocio ilegal del narcotráfico sea el más lucrativo del mundo, se ha demostrado que no sirve la actual estrategia de “guerra contra las drogas”. Así lo enseña la reciente y dura experiencia colombiana y lo confirma la tragedia que hoy vive México.

A cada capo de la droga que cae, sobran candidatos para remplazarlo. Se desmantelan los grandes carteles y surgen otros, más móviles, implacables y sofisticados. Lo que confirma la urgencia de buscar nuevas formas de enfrentar este fenómeno y debilitar su base económica y su capacidad para generar violencia y corrupción.

Como ocurre con los cultivos de coca, marihuana o amapola, la actividad económica ilegal y la violencia asociada a este crimen se desplazan. Tanto es así, que en Perú se muestran alarmados por la presencia de dinero y armas procedentes del norte. Pero ya no lo llaman “colombianización”, sino “mexicanización”.

editorial@eltiempo.com.co

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