Finalmente el teléfono sonó. Llamó, saludó, confirmó la solicitud y colgó
Ella, como siempre, con su actitud arrogante, de perdonavidas, acelerada y evasiva.
Se atrevió, marcó los diez números que la acercaban a su pasado en el que no quiso involucrarse.
No dijo mucho, explicó rápido el porqué de su llamado y siguió con sus asuntos, quizá laborales.
Aprobó lo visto y dejó mayores dudas en su interlocutor.
¿Habrá leído las notas? ¿Se habrá dado cuenta de que hay cosas que la involucran? ¿Habrá percibido el interés por seguir consultando la página día con día?
Preguntas que no tendrán respuesta .
¿Puede en una persona caber tanto rencor, como para no darse cuenta del amor que le profesa su interlocutor?
¿Cabrá en un ser la desesperanza de lo vivido, pese a conocer que en aquel hombre tiene lo que la llena?
Insisto, preguntas que nunca, quizá, tendrán respuestas.
Es este uno de los mejores métodos para ahuyentar los malos pensamientos.
Es este el medio para conocerse a sí mismo y sacar de dentro aquello que no cabe en el corazón, por ser tan grande el dolor como la añoranza de tenerla nuevamente entre sus brazos.
Muchas veces lo comentaron; parece que se telepatean; parece que se mandan mensajes vía satélite de cabeza a cabeza, porque curiosamente es este día cuando más pensaba en ella.
Es este el día en que mandaría un correo más para hacerle saber de su pesar por no poder tenerse uno a otro.
Es en este día cuando buscaría una respuesta, motivando una reacción con algunas palabras.
Finalmente llamó.
La sonrisa se dibujó en la boca de su interlocutor.
Prosiguió con su tarea y abrió un espacio para hacer público su amor por ella.
Eso y más se merecen ese tipo de gente, pues desgraciadamente nadie se entera de las impunidades que suceden en Comunicación Social…
Así es Verónica “Tarde… pero llega”