Un muerto y una persona con quemaduras de tercer grado fue el saldo de la explosión de un taller donde se elaboraban juegos pirotécnicos en la comunidad de Pentecostes, informó la Policía Municipal.
De acuerdo con la dependencia, el percance ocurrió en un polvorín con el permiso 1092 ubicado en los ejidos de Pentecostes, en la colonia Los Gavilanes.
Los primeros reportes indican que el mal manejo de la pólvora que se emplea para la fabricación de cohetes provocó el estallido en el inmueble que medía 70 metros cuadrados.
Fernando Rodríguez Leal, de 53 años de edad, quien era el dueño del taller, fue la persona que falleció.
Fernando Rodríguez Mejía, de 33 años, al parecer hijo del propietario del establecimiento, resultó con quemaduras de tercer grado en varias partes de su cuerpo, por lo que fue trasladado a la clínica 197 del Instituto Mexicano del Seguro Social de Texcoco.
Familiares de las víctimas acudieron al lugar y se molestaron por la presencia de los elementos de la Agencia de Seguridad Estatal (ASE) y de la Policía Municipal y agredieron con palos a dos de los efectivos.
A un miembro de cada corporación les hicieron heridas en la cabeza y cuerpo.
Cerca de 60 policías de las dos dependencias llegaron a controlar a la situación.
También arribó un pelotón de la 37 Zona Militar del Ejército mexicano, para acordonar el área.
Al lugar llegó el agente del Ministerio Público y peritos de la Procuraduría General de Justicia del Estado México a inspeccionar la zona donde se registró la explosión.
Por la fuerza del estallido, el cuerpo de Rodríguez Leal quedó despedazado y algunos de sus miembros fueron encontrados a 400 metros de distancia de donde ocurrió el accidente.
En esa zona se encuentran otros cinco talleres donde se fabrican juegos pirotécnicos.
A escasos 20 metros de donde se registró la explosión se encuentra una vivienda, pero se desconoce aún si es de alguna de las familias que se dedica a esa actividad.
El ayuntamiento de Texcoco señaló que algunos de los vecinos de esa zona habían solicitado la reubicación de los polvorines, ante el temor de que se presentara un accidente.