Policías e impunidad

Jorge Chabat

Comparto la indignación que sienten miles de mexicanos por el cobarde asesinato del joven Fernando Martí. También comparto el enojo y la frustración por el secuestro y en algunos casos muerte de cientos de mexicanos más.

Es obvio que estamos frente a una crisis seria del Estado mexicano (entendido como un todo, no sólo un nivel de gobierno en particular), por su incapacidad para ejercer la función que le da origen: dar seguridad.

Ante la crisis, son de destacar las respuestas de los gobernantes de este país. El gobierno del presidente Calderón ha revivido la propuesta legislativa de establecer cadena perpetua a secuestradores y ha anunciado la creación de una unidad antisecuestros en la Secretaría de Seguridad Pública federal. Por su parte, Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del Distrito Federal, donde ocurrió el secuestro del joven Martí, ha hecho algo similar: ha anunciado una reforma a fondo de la Policía Judicial capitalina así como el establecimiento de un grupo antisecuestros y el fomento a la denuncia ciudadana.

Ciertamente la cadena perpetua no resuelve el problema de fondo aunque tal vez serviría para evitar que delincuentes peligrosos reincidan. El problema de fondo, sin embargo, es la impunidad. Una impunidad alimentada en buena medida por la ineficacia y la corrupción policiaca y complementada con la corrupción e ineficiencia del sistema de justicia y del sistema penitenciario.

Acabar con la impunidad en México es evidentemente un problema complicado, aunque es probable que la reforma judicial y de seguridad aprobada recientemente por el Congreso ayude un poco en esta tarea.

No obstante, el nudo gordiano sigue estando en las policías. El hecho de que en buena parte de los secuestros y otros delitos como el narcotráfico haya un buen número de policías involucrados —federales, estatales y hasta municipales— sugiere que ese es el talón de Aquiles del Estado mexicano.

Y para romper este nudo se requiere una reforma a fondo que se base en experiencias de otros países y en el uso de la tecnología. Y aquí la palabra clave es control.

Hace algunos años existía un comercial televisivo que preguntaba: “Son las 11 de la noche, ¿sabe usted dónde están sus hijos?”. Esa misma pregunta se podría hacer a las autoridades: ¿sabe usted dónde están sus policías? Es obvio que no mucho.

Urgen, pues, mecanismos de control más estrictos. Se podría pensar, por ejemplo, en sistemas de localización satelital para las patrullas e incluso para los propios policías. Se podría pensar en controles de confianza sistemáticos y en un seguimiento de las cuentas bancarias y los bienes de los policías. En fin.

Hay mucho que hacer y hay que hacerlo ya. Por ello son bienvenidas las propuestas de reforma policiaca del jefe de Gobierno del DF y el llamado del presidente Calderón a una depuración radical de los cuerpos policiacos. Claro. Ahora sólo falta que funcionen.

Analista político e investigador del CIDE

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