Seguridad Pública: operativos fallidos

Horizonte político

José A. Crespo

 

De acuerdo con información de la PGR, los delitos federales, en lugar de reducirse desde que se iniciaron los operativos de Felipe Calderón, se han incrementado 24%, en términos generales.

En el país se cometen 15 delitos federales cada hora. En particular, sin embargo, los delitos se han elevado aunque en distinta proporción: delitos contra la salud 37%, producción de drogas 21%, posesión de drogas 37% y tráfico de drogas 49% (Excélsior, 18/Ago/08). Además, la reducción de la violencia asociada al narco se ha elevado significativamente en lugar de reducirse.

En otras palabras, al menos hasta ahora, los operativos antinarco han resultado contraproducentes, como algunos críticos lo señalaron desde el principio, a contracorriente de la gran corte de zalameros profesionales. Claro que, ante ello, siempre viene bien tener a la mano una respuesta del tipo “Vamos ganando aunque no lo parezca”, y supone que la mayor violencia perceptible refleja el preludio de una victoria sobre los capos (argumento que también utilizó el gobierno de Vicente Fox). Esa tesis cada vez menos gente la valida. Pero si la violencia es, según esta descabellada doctrina, preludio de triunfo, éste tendría que palparse en los indicadores de los delitos asociados al narco; es decir, los resultados tendrían que verse en la reducción de la producción, el tráfico y la posesión de drogas.

Sin embargo, los datos de la PGR dicen exactamente lo contrario. Es decir, estamos ante una estrategia no sólo fallida, sino incluso contraproducente y que fortalece la tesis del “avispero”: si a éste no lo puedes erradicar por completo (lo que sólo se podría lograr con la despenalización de las drogas), dale la vuelta para recibir el menor perjuicio posible. Pero si en tu desesperación te vas sobre de él a escobazos (los operativos militares, la guerra sin cuartel a los capos, etcétera), en lugar de tres o cuatro avispas revoloteando en tu casa tendrás cientos de ellas dispuestas a dejar su aguijón en tu piel. La solución habrá sido peor que el problema. Y eso es justo lo que ahora estamos viendo (ya lo habíamos advertido durante el gobierno de Fox, pero a la gente se le olvidó por completo y no pudo extraer de ello las lecciones pertinentes). Lo cual es de lamentar cuando además se percibe que, por enfocar los recursos y los esfuerzos a una batalla absurda e inútil, se descuidaron otros delitos más graves para la ciudadanía, como el secuestro, que desde luego también creció durante el gobierno de Calderón (quizás en parte por haberse concentrado casi exclusivamente en la guerra contra el narcotráfico).

El problema de los delitos asociados al narcotráfico varía de una entidad a otra. Hay algunas donde se han reducido: Colima (128%), el DF (10%) y Sonora (7%). En otros, en cambio, el problema ha crecido en cierta medida: el Estado de México (23%), Sinaloa (31%), Baja California (50%), Jalisco (59%) y Guanajuato (83%).

En Chihuahua, que fue uno de los objetivos clave de los operativos militares, es donde se registra el mayor incremento de muertes derivadas del combate al narco (800 de dos mil 500, este año). Muchos de los decesos son de civiles no involucrados (incluidos menores de edad y hasta bebés). Seguramente, en las entidades más afectadas por la violencia mayor indignación provoca la tesis de que “vamos ganando, aunque no lo parezca”, o la de que el triunfo está asegurado, pero en “el largo plazo”. El largo plazo no existe para esos ciudadanos, sino sólo un presente infernal.

Por eso el gobernador de esa entidad, José Reyes Baeza, ha propuesto replantear la estrategia seguida hasta ahora, pues claramente el tiro ha salido por la culata. Dice el mandatario que antes de los operativos había menos violencia y que el esquema calderonista debe ser modificado radicalmente.

Pero en eso radica el problema: Calderón probablemente no hará cambios a su fallida estrategia ni dará “ni un paso atrás”, según se ufana como si ello fuera señal de valor y no de tozudez. Y no lo hará por dos razones: Felipe vio en esos operativos una vía para compensar la legitimidad que no consiguió en las urnas, al menos no de manera suficiente. Aprovechó mercadotécnicamente el vacío que en ese ámbito dejó Fox, cuando a su vez éste se dio virtualmente por vencido, sin decirlo, tras haber fracasado su “guerra sin cuartel” a los capos.

Nunca antes la violencia asociada al narco había cobrado tal intensidad ni se había expandido tanto sobre el territorio nacional como con Fox, pero Calderón ya lo superó. Felipe se mostró cortoplacista en busca de legitimidad política, pues el efecto publicitario de sus operativos antinarco pronto mostraría sus límites, como está ya de manifiesto.

Por otro lado, fue tal la publicidad que dio a sus operativos y tan altas las falsas expectativas despertadas en la ciudadanía, que dar un viraje en ese tema sería tanto como reconocer que se equivocó, lo cual nunca hará. El orgullo, ante todo.

Por lo cual va a mantener el operativo hasta el final de su gobierno, aunque ello implique que los costos, vistos a dos años, se incrementen significativamente al término de su gestión (como sucedió con Fox).

La imagen del Ejército se habrá deteriorado significativamente, tanto por la afectación a los derechos humanos de ciudadanos inocentes, como debido a la creciente percepción de que “no pudo” contra los capos. Nada bien le habrá hecho al Ejército servir de cortina electoral a Calderón.

Sin duda, el próximo Presidente (del partido que sea) tendrá que declarar en forma oficial el fracaso de la estrategia calderonista y ofrecer una significativamente distinta, que suponga menos violencia e inseguridad pública.

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