Nudo Gordiano
Yuriria Sierra
En menos de 20 horas, seis personas fueron ejecutadas en Sinaloa. En cálculos ordinarios, eso significa que una murió cada 3.3 horas. Culiacán, Guasave y Navolato fueron los escenarios de estas ejecuciones que han dejado a los dolientes con preguntas: ¿Por qué? ¿Y los responsables? ¿Debemos acostumbrarnos a vivir así? ¿Será que autoridades y criminales ya son uno mismo?
Ayer, mi compañero Carlos Marín en su columna de Milenio hizo en un excelente ejercicio periodístico: dio voz a uno de los miles de sinaloenses que, ante su desesperación, miedo e incertidumbre, tienen que pedir auxilio por la vía que sea:
“Aquí (en Sinaloa), desafortunadamente, los mandos policiacos funcionan como casas funerarias: sólo van a recoger cadáveres y no previenen, no evitan, no solucionan nada”. La voz de la mayoría de los sinaloenses…
Apenas ayer, a las ejecuciones se le sumaron los coches blindados encontrados en una finca de Mocorito, también en Sinaloa.
Junto a los autos se encontraron utensilios que hacen notar que ese sitio fue ocupado como escondite, ¿de quiénes? Dicen y sospechan que pudieron ser los usados el fin de semana pasado por quienes ejecutaron a ocho personas, incluidas tres menores de edad.
También se supo del descubrimiento de dos autos-bomba y, aunque no se ha emitido un informe oficial, ya que el procurador de la entidad ha evitado hablar del asunto, hay quienes han dicho algunas palabras, como para pretender que se está al tanto, pero también, como para disfrazar lo que a todas luces es algo de suma importancia. Roberto Badillo, secretario de la Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados, dijo que hablar de autos-bomba y terrorismo requiere prudencia, porque eso colocaría a nuestro país en una posición “sumamente delicada”.
Haciendo uso del significado estricto de sus palabras y de los hechos, las ejecuciones por decenas, ¿no son ya una situación delicada? ¿Se debe poner la palabra terrorismo para que entonces sí aterren?
¿Quiénes ejecutan? Esta es una pregunta que no necesita responderse con calificativos: el narco, el crimen organizado, etcétera, porque eso evidentemente lo sabemos. Lo que se necesita es que esos nombres, rumores y sospechas tengan rostro y número de reo.
Son más de 500 las ejecuciones registradas en el norte del país en lo que va del año. Sinaloa es el estado que más se ve en la nota roja.
¿Cuándo las autoridades dejarán de ser observadores? ¿Cuándo los ciudadanos dejarán de ser presa? ¿Cuándo los delincuentes dejarán de tocarlos para sentir lo asustados que están? El crimen organizado es el gran problema de seguridad pública y ha pasado de largo a unas autoridades que sólo los escuchan decir “soy más poderoso que tú…”
¿Será que el camuflaje para vencerlos los ha rebasado? ¿Sinaloa ha dejado de ser una entidad constitucional y es hoy un estado de pánico?