Alerta Periodística

México, secuestrado por la inseguridad

Una Foto, un Recuerdo, un Disgusto

Por Óscar Hernández

La foto ahí estaba.
Ellos hojeaban el álbum.
Los recuerdos brotaban.
Las escenas recordaban viejos tiempos de labores en varias dependencias del gobierno federal.
Aparecían caras conocidas.
Los reporteros de Televisa, Grupo Acir, Radio Mil, TV Azteca, muchos más.
Todos eran viejos conocidos del medio periódistico.
\"\"Había algunas placas con el extinto Secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios, el viejo lobo de mar en materia política; el veracruzano que algún día intercediera para que Fidel Castro, el dictador, perdón, el Presidente de Cuba, y el Ché Guevara, pudieran entrar a México, huyendo de su país, precisamente en tiempos en que preparaban el golpe que instauraría al primero como el mandatario eterno de la isla caribeña.
Había también algunas fotografías con el ex secretario del Trabajo y Previsión Social, Javier Bonilla, el siempre encorbado viejito.
Otras más dejaban ver al líder de los ferrocarrileros, Víctor Flores, ese que en alguna ocasión formó parte o mejor dicho encabezó el grupo llamado bronx en la Cámara de Diputados y que sirvió para arremeter contra diputados de la oposición que increparon al Presidente Ernesto Zedillo durante su Informe de Gobierno.
Había muchas gráficas que mostraban pasajes de los inicios de la vida de reportero que él mantiene a la fecha, aunque en otras latitudes del periodismo contemporáneo.
El álbum presentaba una foto inicial, una donde la pareja conbebía en un bar de la avenida Cuauhtémoc, donde en alguna ocasión se acurrucaron para escuchar a alguno de los cantantes del lugar, disfrutando de una copa de licor.
Esa provocó alguna sonrisa en ella, sonrisa que no duraría mucho en su rostro y todo porque, sin saber, en la parte final, en la última hoja ocupada del libro, apareció, sin esperarla una toma del mismo sujeto, pero con otra mujer.\"\"
– Qué bonita foto, dijo ella.
Él la ignoró. Dio vuelta a la hoja y vino lo peor.
Nuevamente la pareja discordante se mostró en escena.
Ahora aparecieron sentados frente una mesa, con un fondo de mar, quizá la laguna. Era Cancún.
A un lado, en la parte frontal, había un pequeño pastel, con una velita y junto a ellos unas copas, con las que bridarían después de haber degustado una rica langosta.
Qué, ¿tu luna de miel? preguntó ella.
, contesto él sarcásticamente, mi luna de miel.
Acto seguido dejó la carpeta a un lado y ella la retomó.
– ¿Dónde están?, preguntó
En Cancún, dijo él.
¡Ah!, fue cuando me dijiste que te ibas a Cancún y te fuiste con ella, ¿verdad?, reviró ella.
No, fue uno de mis últimos viajes,contestó él.
Siguió ojeando el segundo álbum, dando esa sensación de no importancia.
Ella humedeció sus ojos; las lágrimas brotaron, ignoró lo que siguió en las secuencias fotográficas.
Él siguió como si nada pasara, pero se percató de que las cosas se habían obscurecido.
Las flores de nochebuena que ella le había \"\"obsequiado minutos antes parecieron hacerse de lado para no ver lo que sucedía y no les afectara a ellas.
La despensa que había compartido por suerte ya estaba en la alacena.
Sólo faltaba un detalle. Él le había pedido prestada su cámara de video para grabar un cineminuto que tiene que entregar en la Escuela. Es su trabajo final del curso. Será para otra día.
Cerró el álbum, se lamentó no encontrar la foto que buscaba. Una foto que recordaba tener y que había intentado poner a la vista, porque por la mañana se había reunido con sus viejos compañeros de Canal Once -y cuando digo viejos, es porque el más joven tendrá la edad de la estación televisiva-, pero no la encontró.
Lo que si encontró fue esa fotografía de la pareja sentada frente a la Laguna de Cancún, en el restaurante Lorenzillos, el que ya no existe después de que el huracán Wilma se llevara gran parte de la belleza de este puerto paradisíaco. Esa gráfica que recordó por momentos uno de los cumpleaños de esa mujer, en una época en que él estaba sólo, se había divorciado y podía gozar de su vida a placer, pero situación que no se comprende, cuando no se quiere comprender.
Así son las mujeres, diría él. A veces un poco más locas que en otras.
Los celos brotaron inmediatamente en ella. Recordó su amargo paso por la vida de casada.
Continuó llorando, mostró su enojo. Babel, la película de recién estreno en los cines, quedaría para otra ocasión, porque por ésta, ella decidió retirarse. Quiso huir de él y su pasado, prefirió ir a llorar su amargura, como muchas otras veces, a su casa, quizá a la calle, tal vez en el carro recorriendo las calles sin rumbo fijo.
Escenas de toda la vida. Muestras de inseguridad que no dejan ser feliz, no sólo a ella, sino a muchas de las mujeres. Evidencias de que si no es una es otra, pero siempre con las mismas reacciones.
Él no es diferente a los otros. Él actúa como le deja su libre entender. Él no se sujeta a nadie, pero pretende a todas. Él sólo quiere a una y ésta no está ni estará con él.
Por eso ahora, la foto que ahí estaba, causó un nuevo rompimiento.
Ella huyó a buscar su refugio, su soledad, a llorar su desgracia.
Él simplemente escribió.
La otra… ni se enteró.
La foto ahí sigue.

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