¿Vamos ganando?

José Luis Piñeyro / El Universal
Sábado 05 de julio de 2008

Falta ver si la cantidad de la droga transportada a la vecina nación ha disminuido y si el consumo allá como acá también. No existe la autocrítica gubernamental sobre la estrategia antinarco, sólo se reconoce que falta mayor cooperación interinstitucional, mejor inteligencia civil y militar, más depuración de las policías; reiterándose que la contienda será larga y costosa en vidas y en dinero

La guerra contra el narcotráfico con que inicia su gobierno Calderón, la han caracterizado autoevaluaciones triunfalistas basadas en los decomisos de drogas, los arrestos de capos, la destrucción de sembradíos de mariguana y amapola, la confiscación de armas y dinero, la incautación de aeronaves, vehículos y edificaciones, y la extradición de narcos a EU, además del reconocimiento del gobierno a tal guerra y a la cooperación binacional. Falta ver si la cantidad de la droga transportada a la vecina nación ha disminuido y si el consumo allá como acá también. No existe la autocrítica gubernamental sobre la estrategia antinarco, sólo se reconoce que falta mayor cooperación interinstitucional, mejor inteligencia civil y militar, más depuración de las policías; reiterándose que la contienda será larga y costosa en vidas y en dinero.

Frente al mensaje triunfalista, hay un indicador diario que preocupa: los casi 5 mil narcoejecutados en año y medio de gobierno, de los cuales, corresponden mil 946 al primer semestre. La justificación oficial, la de siempre: son respuestas a los golpes asestados y ajustes de cuenta. Expertos hemos señalado que faltan dos tácticas a la estrategia: una, atacar la corrupción no sólo en las policías, sino en el Poder Judicial y las aduanas, la otra, romper el vital eslabón financiero de la cadena del narco. A esas dos tácticas faltan otras tres: campañas de prevención del consumo de drogas, de rehabilitación, y fomento a la participación social. Ello reduciría el poder del narco vía disminución de la demanda potencial de drogas y apoyaría el combate anticorrupción y de lavado de dinero mediante la denuncia de los funcionarios deshonestos. Esta estrategia debería acompañarse de una política de generación de empleo y combate a la pobreza.

Calderón ha insistido en lo imprescindible de la participación social en la guerra antinarco. Quizás es tarde para incorporar esta táctica, pues la violencia selectiva del crimen contra mandos policíacos ha cumplido objetivos múltiples: dar golpes cualitativos a jefes policiales de difícil reemplazo; provocar temor en la base policíaca; causar terror en la población y generar una actitud de persecución en las corporaciones.

Estamos desarmados frente a esta táctica que en México se refuerza por factores estructurales: la corrupción, la apatía, la desesperanza, la pobreza y el desempleo. Falta recurrir a la fuerza moral de la nación y mejorar sus condiciones materiales. La óptica represiva sola está agotada desde el principio de esta guerra que dura más de un cuarto de siglo.

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