El 27 de junio de 2004 más de 500 mil ciudadanos, quizá, sí, de clase media y media alta, salieron a las calles de la Ciudad de México, y lo hicieron bajo el mismo lema que ahora se ha convertido prácticamente en el del gobierno de la República, tan sólo porque al Presidente Felipe Calderón se le ocurrió lanzarlo ante la impotencia para contener la inseguridad en el país: ¡Ya Basta!
Aquel domingo los miles de manifestantes marcharon por el Paseo de la Reforma hasta el centro histórico y ya en la plancha del Zócalo, a las 13 horas, interpretaron el Himno Nacional, en una actitud de desaire a la delincuencia que ha hecho de todos los mexicanos sus presas.
Al día siguiente de la marcha de junio, los medios se volcaron contra todos y contra todo. José Medina Viedas, en un artículo publicado dos días después en el diario Milenio y posteriormente reproducido en la revista Etcétera diría:
Se trata de empatar los hechos concretos en torno a La Gran Marcha del 27 de junio con argumentos universales: fue multitudinaria, los medios la protagonizaron, el gobierno federal y grupos privados pretenden capitalizarla y López Obrador la despreció.
Héctor de Mauleón lo referiría muy a su estilo:
\”…este domingo, en la capital del país, la delincuencia hizo que las muchas ciudades por primera vez se unieran: la de los centros comerciales en Santa Fe y la de los mercados sobre ruedas; las conectadas por los distribuidores viales y las de los microbuses con puesto de tacos bajo el puente; la de los autos blindados, la del hombre que salió del Metro Sevilla con las manos llenas de hijos, y la del rubio que se puso bermudas y aprovechó la manifestación para sacar a pasear a su pastor alemán (\”¡Bien por el perro!\”, le gritaron). En lo que no se diferenció esta movilización de las otras, fue en que aquí también cada quién aportó su ira: Qué milagro…\”
Carlos Monsivais hablaría del hecho y suplicaba no adjudicarle ese movimiento a la ultraderecha ni al Yuque, y diría, también muy a su estilo y a su forma de interpretar las cosas:
\”En la marcha se desplegó lo evidente, lo que no vale siquiera la pena discutir. En materia de la violencia delincuencial las víctimas no se dividen en ideologías y banderías, sino en seres más o en menos afortunados, corriendo la definición de la fortuna a cargo del cómo te fue o el cómo le fue, en materia de los quebrantos económicos, la querella contra las compañías de seguros, las terapias y las sicoterapias, las técnicas de rehabilitación, las esquelas, el dolor infinito, el aturdimiento, la rabia, el duelo que se prolonga por la necesidad de convivir con lo más incesante del mal, su impunidad. La marcha no expresó ideologías, aunque los manifestantes optasen por alguna, y si algo, resultó una gran sesión de victimología y del esfuerzo colectivo por no convertir esta ciencia penal en el sinónimo de sociedad urbana. (Carlos Monsivais, 28 de Junio, El Universal))
Y una más, la que no podía faltar y por la que Medina Viedas diría que López Obrador -en aquel entonces jefe del Gobierno Capitalino- despreció la marcha. El propio Andrés Manuel expresaría de esta forma su sentir por el movimiento que días antes él y sus huestes calificarían como una inducción del entonces presidente Vicente Fox:
\”Una, la manipulación de las derechas, la politiquería de las derechas; dos, el oportunismo del gobierno federal, eso de que tenían por poner un caso bajo custodia desde hace dos, tres meses a unos policías y en vísperas de la marcha los presentaran como secuestradores, como muchas otras cosas, las mismas declaraciones del ciudadano Presidente, a eso me refiero; y también amarillismo en algunos medios de comunicación, no en todos\”.
Y claro esto molestó a muchos y más a los organizadores, que todo lo que buscaron es lo que buscamos los mexicanos y que ahora el presidente Felipe Calderón lucha por abatir, pero que no logra atinarle, porque no tiene una estrategia definida, porque la incapacidad en materia de seguridad es evidente.
Dentro de su administración, con una campaña mediática, tratan de hacernos creer que los golpes que han dado al narco dan como resultado estos embates contra las autoridades policíacas, pero creánme -y espero que no suceda en México- lejos no estamos de que los atentados vayan más allá de los jefes de las corporaciones encargadas de resguardarnos.
Con la corrupción que impera en las más altas esferas del gobierno, con los encumbrimientos que el propio gobierno hace de los abusos de poder de los funcionarios -léase Juan Camilo Mouriño, Ulises Ruiz, Mario Marín Torres- y con ese afán de mantener en las posiciones de decisión a servidores incapaces, como en la SSP, donde ya quedó demostrado que Genaro García Luna no puede ni controlar a sus propios elementos, las cosas no van a mejorar.
Ahora \”pusieron\” al Comisario de Seguridad Regional, y lo pusieron seguramente gente de la antigua Policía Federal de Caminos -y no acuso, presupongo y sin bases- que desde 2000 están inconformes, primero porque los cambiaron de una dependencia que les permitía su libre arbitrio -pertenecían a la SCT- y después porque les cambiaron el nombre y de remate les ponen como jefe a un AFI, corporación a quienes ellos repudian desde su nacimiento.
Ahora me entero que ya había habido un atentado contra el mismo Edgar Eusebio Millán Gómez meses antes; un hecho que no trascendió, pero que dentro de la corporación se conoce bien y más entre quienes trabajan en el edificio de Periférico: desde la acera de enfrente un francotirador disparó contra el extinto jefe policíaco, hacia su oficina que daba precisamente a esa importante arteria, pero el blindaje de los vidrios impidió que la bala penetrara e hiriera al comandante.
Hay que revisar las estructuras de la propia corporación, porque despúes de los hechos de los últimos quince días, es evidente que \”el enemigo está en casa\”.
El Presidente de la República grita desesperado lo que la ciudadanía ya manifestó hace cinco años en las calles y que seguramente redundará en un nuevo movimiento social unánime, aunque el alborotador social número uno lo descalifique: ¡Ya Basta!, pero con palabras no se combate a la delincuencia. Faltan acciones y éstas deben iniciar hacia dentro de las propias corporaciones.
¿Por qué los tres mandos de la federal ejecutados eran AFIs? ¿realmente es el narco quien los está asesinando? ¿No es raro que dos escoltas escuchen detonaciones dentro de una vivienda y sólo capturen a uno de dos que supuestamente atentaron contra el comandante? Si no era su casa, ¿por qué entonces los escoltas se iban en retirada del lugar? ¿Por qué a sólo un par de horas se corrió la versión de que el asesino fue contratado por gente del Chapo Guzmán y de Beltrán Leyva, si no había habido declaración alguna de por medio? ¿Por qué se dijo que este sujeto era asesino a sueldo si apenas cuenta con antecedentes de robo de vehículo con violencia?…
En fin, preguntas hay muchas, y varias de ellas tendrán que responderlas los dos escoltas del Comisario. Claro, si nos los \”callan\” antes.
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