El Fondo de Naciones Unidas para la Mujer (Unifem) y el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Cenapred) dieron a conocer que en México, 48% de las mujeres señala que en su familia se le ha dado menor libertad que a sus hermanos varones; que los lugares donde ellas se sienten más discriminada son el trabajo y el hogar; a 26.9% de la población masculina le parece natural que a las mujeres se les prohíban más cosas que a los hombres, frente a 17% de las mujeres y el 94% de las mujeres cree que en México existe discriminación, pero apenas 15.1% señala haber sido víctima de algún acto de ese tipo en los últimos cinco años, y sólo una de cada cinco cree que sus derechos han sido violentados por ser mujer.
Esto me hizo irme a mis archivos confidenciales y sacar una carta que bien puede ser aplicada a cualquier historia de pareja, no sólo en nuestro país, sino en el mundo entero; si no, corríjanme.
Dice el texto escrito por allá del año 2001:
¿Quién eres tú para decidir en qué momento te decides separar, en qué momento me corres o en qué momento te vas?
Han transcurrido 4 años y medio de inestabilidad emocional, de pleitos, separaciones, reconciliaciones ¿y qué más sigue?
Me he cansado de decirte qué quiero, qué anhelo, que añoro un hogar donde pueda llegar a la hora que sea y sepa que voy a recibir amor, cariño, apoyo, consuelo y no un te lo dije o simplemente quedarme callada ante tu indiferencia.
Ojalá algún día te pongas en mi lugar y entiendas que tan desagradable es recibir las sobras, las migajas o lo que quede.
Es cierto que estoy muy sentida contigo, porque viéndolo del lado como lo veas (sic) a nadie le gusta ser ignorada.
Y aunque te lo repita mil veces, soy tu esposa, tengo derechos, que no sé a quien reclamarlos.
No se vale que ahora que ya cobraste, que ya tienes dinero y te sientes fuerte, te enojes o te vayas para no cumplir con el compromiso moral y económico que tenías conmigo.
No se vale que hayas derrochado el dinero con tus hijos, tus amigos, en las cantinas, de borracho y yo que he creído en tí, que estoy contigo, no haya recibido ni las gracias.
¿Sabes que es lo que más me duele?… haber creído en tí, en que efectivamente te importaba y regresábamos para siempre y que una vez más te empeñes en tus locuras.Cuando regresamos y vivíamos en la Roma, eras diferente, casi diario comíamos juntos, cumplías con todas las obligaciones que siempre habías cumplido (sic) y ahora nuevamente todo se derrumba.
Tú dices que te he corrido y no es cierto. Lo cierto es que exijo respeto y se cumplan mis derechos como esposa.
Aunque to no lo veas, porque no lo quieres ver, yo he dado mucho en esta relación y sólo recibo un esposo impositivo, borracho y egoísta, que sólo piensa en él y en sus hijos.
Cada vez que te vas a comer a un buen lugar, no sabes cuanta envidia te tengo, porque yo siempre tengo que comer en una pinche fonda, porque no me alcanza el dinero, mientras que mi maridito derrocha el dinero en la cantina.
Estás indignado por lo que te grité el otro día, pero no me cabe en la cabeza que, además de todo, tenga que soportar las llamadas de esa pinche vieja .
Pero sabes que es lo más triste de todo, que todavía no te hayas dado cuenta y no me des el lugar que merezco, que permitas que te sigan utilizando sólo para sacarte dinero.
Una vez más de tí depende todo… Que quede claro que yo no te he corrido, como tu lo hiciste, pero tampoco se vale el tormento.
Ojalá y recapacites antes de que sea demasiado tarde.
Nota: no me gustaría que te fueras, pero no te voy a detener a la fuerza ni tampoco voy a aceptar las migajas.
P.D. En el momento en que pongas un pie fuera de la casa, olvídate de mi y estas vez es para siempre.
Si tampoco te interesa vivir conmigo, tampoco te voy a obligar, pero dilo claramente y no te andes con niñerías e inmadureces.
Por eso cuando oigo que las mujeres son discriminadas por el sólo hecho de género, no siempre estoy de acuerdo. Creo en el valor femenino, pero también me doy cuenta de la realidad social que es la que ha condicionado la participación de la mujer en esa proporción.
Una de las peores condiciones de todo ser humano es sentirse desdichado o no valorarse en su dimensión real. Abrir los ojos para vislumbrar a plenitud su entorno debiera ser una obligación no sólo de mujeres, sino de hombres también.
Cartas como la anterior nos dejan ver la opresión interna a la que se someten las propias féminas. Misivas como ésta evidencian la falta de entendimiento hacia sí mismo.
Yo la pongo en este espacio, sólo como un ejemplo de reproche y enfrentamiento contradictorio.
Las verdad es que la historia se repitió, se repite y la vemos todos los días en cada esquina.
El Unifem y el Cenapred deberían también hacer un estudio sobre la condición femenina frente a la presión que ejercen para demandar el cumplimiento de sus derechos, pero en términos reales y no sobre fantasías o irrealidades.
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